LIBERTAD

Un golpe sordo sonó sobre la puerta, repiqueteante e insistente, se dispone a levantarse de la cama, primero el pie derecho, por superstición, luego el izquierdo. Ligeramente estira ambos brazos y arquea su espalda, dejando salir un bostezo, que le recuerda la sensación de violencia al escuchar sonar la puerta. Coge su batín de color rojo, y se lo pone con un cuidado metódico, dejando caer, una manga y luego la otra, se mira a un espejo, revisa que esté impecable, mientras con una mano, recoloca los cuatro pelos sueltos que le quedan. Prende su monóculo, y lo coloca con cuidado, por temor a que se le caiga y se rompa, mira al reloj de pared, que antaño funcionaba, marcaba las 02.00 de la madrugada, hora fatídica en su recuerdo. De fondo otra vez la puerta, como respuesta, deja escapar un leve gruñido, se dirige a la escalera, y con cuidado agarrado al pasamano, va dejando resbalar sus pies paso a paso por cada peldaño de la escalera, cubiertos por una moqueta roja, llena de polvo. Con forme baja, va tosiendo, pero no ceja en su empeño, no se pregunta quién será, o si habrá pasado algo grave a algún familiar suyo, todos había muerto. Llega al pomo, coloca su mano, nota el frío del metal atravesarle cada uno de sus nervios hasta por fin llegar al cerebro; como acto reflejo abre de golpe, de repente un sonido sordo BAM. El anciano cae al suelo, mientras va cayendo se oye el llanto de un niño en un hospital vecino, la madre mira al padre, y le dice "¿sabes cómo la llamaré?, Libertad".